Fantasy
7 to 13 years old
2000 to 5000 words
Spanish
Story Content
El sol brillaba con fuerza sobre el pequeño pueblo de Villa Esperanza, prometiendo un día lleno de alegría y aprendizaje para los niños de la primaria. El nombre de la primaria es: "El Arbolito Sabio", un lugar donde las risas resonaban y las aventuras estaban a la vuelta de cada esquina.
Dentro de las paredes coloridas, la rutina seguía su curso. Los alumnos, desde los más pequeños de primer grado hasta los casi adolescentes de sexto, se preparaban para sus clases con entusiasmo. Sin embargo, algo inusual estaba a punto de ocurrir, algo que transformaría El Arbolito Sabio en un lugar de pesadilla.
En la sala de maestros, un paquete misterioso había llegado esa mañana. Era de un tamaño mediano, envuelto en papel marrón y sin remitente visible. La curiosidad pudo más que la prudencia, y los maestros, reunidos durante su breve descanso, decidieron abrirlo.
Con cuidado, la maestra Elena, conocida por su serenidad y su amor por las plantas, cortó la cinta adhesiva. Dentro del paquete, encontraron un extraño dispositivo metálico, lleno de botones y luces parpadeantes. Nadie entendía qué era, pero la forma amenazante y el silencio inquietante que lo rodeaba, les hicieron sospechar lo peor.
“¡Podría ser una bomba!”, exclamó el maestro Ricardo, conocido por su temperamento nervioso y su pasión por la historia. El pánico comenzó a extenderse entre los presentes.
Sin pensarlo dos veces, la directora Marta, una mujer de carácter firme y dedicación inquebrantable, ordenó evacuar la sala y llamar a la policía. La seguridad de los niños era su prioridad número uno.
Pero antes de que pudieran tomar el teléfono, el dispositivo emitió un sonido sibilante y liberó un gas verde y denso. El tiempo pareció detenerse. Los maestros tosiendo, y llevándose las manos a la garganta, se desplomaron al suelo, inconscientes, antes de siquiera darse cuenta de lo que estaba pasando.
Minutos después, el joven maestro Carlos, recién graduado y lleno de energía, entró en la sala buscando a la directora para pedirle un consejo sobre una actividad para sus alumnos. Lo que vio lo dejó petrificado.
Sus compañeros, los maestros que hacía unos momentos reían y conversaban, yacían inertes en el suelo. El horror lo invadió. Sin pensarlo, tomó su teléfono para llamar a la policía, temiendo lo peor. 'Debo avisar a las autoridades!', pensó.
Pero justo cuando iba a marcar el número de emergencia, un movimiento repentino lo hizo sobresaltarse. Uno de los maestros, el profesor Ricardo, se levantaba lentamente del suelo. Sus ojos estaban vidriosos, su piel pálida y sus movimientos torpes.
Carlos retrocedió, presa del miedo. '¿Ricardo? ¿Estás bien?', preguntó con voz temblorosa. Pero Ricardo no respondió. En cambio, se abalanzó sobre él con un gruñido gutural.
Para su horror, Carlos vio cómo los demás maestros se levantaban también, transformados en seres macabros, con la mirada perdida y una sed insaciable en sus ojos. Ya no eran sus compañeros, sino algo monstruoso y desconocido.
Carlos intentó huir, pero era demasiado tarde. Los maestros zombis lo acorralaron y lo atacaron, mordiéndolo y arañándolo. En cuestión de segundos, la sala de maestros se convirtió en una escena dantesca.
Los maestros, ahora convertidos en zombis hambrientos, salieron de la sala en busca de nuevas víctimas. El caos se desató en El Arbolito Sabio.
Los gritos de los niños resonaban por los pasillos mientras los zombis maestros los perseguían sin piedad. Las risas y la alegría de la mañana se habían transformado en terror y desesperación.
Entre el caos, un grupo de valientes alumnos, liderados por Sofía, una niña inteligente y decidida de doce años, y Miguel, un niño fuerte y protector de once, decidieron enfrentarse a la amenaza. Sabían que debían hacer algo para salvar a sus compañeros y a ellos mismos.
Sofía recordó haber leído un libro sobre zombis en la biblioteca de su abuelo. En él, se decía que la única forma de detener a un zombi era destruir su cerebro.
“¡Tenemos que apuntar a la cabeza!”, gritó Sofía a sus compañeros. Armados con reglas, lápices afilados y todo lo que encontraban a su paso, los niños se prepararon para la batalla.
Miguel, con su fuerza y valentía, lideró el ataque. Los niños lucharon con todas sus fuerzas, defendiéndose de los zombis maestros que intentaban alcanzarlos. Fue una batalla desigual, pero los niños no se rindieron.
Usando su ingenio y trabajo en equipo, lograron inmovilizar a algunos zombis y clavarles sus armas improvisadas en la cabeza. Poco a poco, fueron avanzando por los pasillos, limpiando la escuela de la amenaza zombi.
La lucha fue larga y agotadora, pero finalmente, los niños lograron llegar a la salida y escapar de El Arbolito Sabio. Dejaron atrás un lugar que alguna vez fue un refugio de aprendizaje, ahora transformado en un escenario de horror y desolación.
Mientras se alejaban, Sofía miró hacia atrás y juró que nunca olvidaría lo que había sucedido. Sabía que la pesadilla apenas comenzaba, y que debían prepararse para enfrentar un futuro incierto y lleno de peligros.
Sin embargo, en medio del terror, Sofía y sus compañeros habían descubierto una fuerza interior que nunca supieron que poseían. Habían demostrado que incluso los niños, con valentía, inteligencia y trabajo en equipo, podían enfrentarse a la peor de las amenazas.
La primaria El Arbolito Sabio ya no era un lugar seguro, pero el espíritu de sus alumnos seguía vivo, listo para enfrentar el desafío que les deparaba el destino.